martes, 29 de noviembre de 2011

1. EL ARTE DE LOS ENFERMOS MENTALES COMO EXPRESION (PRINZHORN)

"El arte de los enfermos mentales guarda una profunda afinidad con la "actitud emocional! del ultimo arte, su devaluacion de la apariencia exterior y su concentracion en el yo"

TEORIA DE LAS SEIS PULSIONES que gobiernan la "formacion de imagenes de los enfermos mentales:


            - expresion
            - juego
            - elaboracion ornamental
            - orden esquematico
            - copia obsesiva
            - sistemas simbolicos








ESQUIZOFRENIA Y ARTE
La proximidad entre el arte, el genio creador y la enfermedad mental ha constituido un permanente motivo de fascinación. Ya el filósofo griego Platón consideraba la "manía" – la exaltación del alma – como un regalo de los dioses que facultaba a los artistas y a los poetas para poder llevar a cabo sus obras. " Siendo así que todo lo que es grande ocurre en la locura.", escribe en Fedro, uno de sus diálogos. Aproximadamente 2000 años más tarde, en 1811, Benjamin Rush llamaba la atención sobre algo muy parecido al hablar de la liberación de la fuerza creadora que acaece en la locura: " Por razón de la exaltación preternatural, que no enfermedad, de una parte del cerebro, la consciencia adquiere no solo una fuerza y una agudeza inusuales, sino que además descubre en sí dotes de las que nunca antes había dado muestra".
Rush compara la esquizofrenia con un terremoto que hace saltar por los aires las capas tectónicas petrificadas del espíritu civilizado, poniendo al descubierto todo un potencial arcaico, esto es: " valiosos y espléndidos fósiles", en sus palabras textuales. Esta perspectiva romántica de la enfermedad psíquica retorna de vez en cuando, aunque es equivalente que no resulta completamente adecuada para la creación artística de un individuo esquizofrénico; por sí misma, la enfermedad no convierte a nadie en un artista.
Sin embargo, es innegable que las obras de estas personas desprenden a menudo una magia especial. El artista sabe cómo llevarnos – como observadores al menos – hasta el umbral de su extraño mundo vital y hacernos atisbar allí algo de la fragilidad de la existencia humana. Percibimos la lucha desesperada del enfermo por reconquistar su propia identidad y su antiguo orden perdidos. Una lucha agónica que el paciente esquizofrénico consigue trasmitir en el mundo cerrado de una pintura mejor que en la vida real; de este modo, recupera mediante la creación pictórica, siquiera sea por un valioso momento, su libertad de acción.
A finales del siglo XIX Cesare Lombroso ( 1835 – 1909) hizo popular la relación romántica entre el arte y la locura. En Genio y locura, publicado en 1888, este antropólogo italiano analizó a los artistas y escritores más importantes de su época. Encontró en ellos signos de una "debilidad psíquica", cuya causa atribuyó a la herencia. Al establecer esta conclusión, Lombroso reflejaba su dependencia de la doctrina de la delegación, en boga por entonces en círculos psiquiátricos; la tesis postulaba una degradación inevitable a la especie humana.
Cincuenta años más tarde, los nacionalsocialistas recogieron de nuevo esas ideas y las transformaron para su causa. En "arte degenerado", una exposición tristemente célebre, exhibieron juntas, entre 1937 y 1941, las obras de enfermos mentales y de artistas contemporáneos. Se proponían, con ello, poner de manifiesto la debilidad mental y decadencia del arte moderno. Justo en sentido contrario, y por las mismas fechas, los surrealistas ensalzaban las obras redescubiertas de los enfermos mentales, calificándolas de creaciones revolucionarias y antirracionales, propias de un inconsciente liberado de sus cadenas.
De hecho, la creación artística ya se había relacionado en alguna ocasión con la enfermedad mental. Así, a propósito de Adolf Wölfli (1864 – 1930), poeta, pintor y
compositor suizo. Este genio polivalente, aquejado de esquizofrenia, no solo creó una mitología privada, sino también un vocabulario y un sistema de cálculo propios. De forma similar, el pintor Friedrich Schröder-Sonnenstern (1892 – 1982) comenzó su carrera artística una vez iniciada la irrupción de la psicosis. Vincent van Gogh (1863 – 1890), en cambio, pintaba ya antes de parecer su enfermedad; en su caso se trataba más bien de una epilepsia o de una psicosis maniático – depresiva que de una esquizofrenia. Algo semejante ocurrió con el artista Edvard Munch (1871 – 1942).
De esa gavilla de ejemplos cabe inferir que un artista es capaz de crear grandes obras no a causa de su enfermedad mental, sino a pesar de ella. Pero la psicosis comporta, sin duda, un cambio significativo, lo mismo en la expresión que en el estilo. Van Gogh pintó sus cuadros principales en el período comprendido en los cuatro años y medio posteriores a la aparición de su enfermedad. También Munch creó mucho de sus trabajos célebres en los años en torno al de 1895. Coincidiendo con una época de severas depresiones y excesos alcohólicos.
Con todo, la mayoría de los artistas enfermos mentales no se hicieron famosos. La colección de creaciones artísticas realizadas por esquizofrénicos más conocida lleva el nombre del psiquiatra e historiador del arte Hans Prinzhorn (1886 – 1933). En el año 1919 le encargó Karl Wilmanns, a la sazón director de la Clínica Psiquiátrica de Heidelberg, crear un "museo de arte patológico" con cuadros de pacientes aquejados de enfermedades mentales. Pero Prinzhorn no pudo culminar el proyecto museo, ya que dejó heidelberg tres años más tarde. Sin embargo, consiguió reunir, en el transcurso de ese corto intervalo temporal, una enorme cantidad de cuadros procedentes de instituciones psiquiátricas alemanas y de algunas extranjeras.
Obras de arte en papel de calendario
Se recogieron unos 5000 trabajos, realizados entre 1885 y 1925, procedentes de unos 450 internos de diversos centros manicomiales. No influidos por los medicamentos antipsicóticos, todavía desconocidos, estos trabajos representaban un testimonio excepcional en su género y nivel mundial. Se trataba de dibujos, acuarelas, óleos, trabajos textiles, collages y esculturas en madera. En la mayoría de las ocasiones, los pacientes pintaban o dibujaban en papel de barba, hojas de calendario, formularios, periódicos o incluso en papel higiénico, cuando no utilizaban cualquier otra cosa que tuvieran a mano en el manicomio. Surgió así una mezcolanza multicolor de obras que abarcaban la gama entera de calidades, desde esbozos banales hasta auténticas obras de arte realizadas en un modo peculiar y sin precedentes, pasando por bosquejos mediocres.
En este material se inspiró Prinzhorn para redactar La pintura de los enfermos mentales, libro publicado en 1922, que tuvo rápidamente una gran difusión y que sigue siendo considerado una obra capital sobre la relación entre locura y arte. Prinzhorn analizó y clarificó los cuadros sus características, desde los garabatos más simples hasta las obras pictóricas simbólicas más complejas. En diez retratos y análisis seleccionados de "maestros" esquizofrénicos de su colección relacionó la obra del artista con su historia vital. Puso así de manifiesto la individualidad de los enfermos, sacándolos del anonimato que comportaba el "fondo del saco de los diagnósticos psiquiátricos". Pero evitó siempre valorar los cuadros exclusivamente como una expresión de la
enfermedad: " Aquel que no sea capaz de establecer un diagnostico sin la ayuda de estos recursos", escribió a propósito de los cuadros, " tampoco lo establecerá más fácilmente con ellos".
Los pacientes cuyos cuadros recopiló Prinzhorn pintaban en su mayoría por propia iniciativa, sin instrucción previa de ningún tipo. ¿Qué les impulsaba a hacerlo? Prinzhorn también creía que todo hombre abrigaba en su interior un impulso creador enterrado por el proceso de civilización. La esquizofrenia podía estimular dicho impulso artístico, incluso en quienes carecían de experiencia alguna.
Exactamente en ese mismo sentido interpretaron su libro los artistas de vanguardia. Consideraron aquellos trabajos, a menudo excéntricos y grotescos, como auténticas formas originales de creación, comparables con el arte "no deformado" de los niños o de los primitivos. Alfred Kubin (1877 – 1959) dibujante y escritor, visitó la colección en Heidelberg y escribió sobre ella una reseña entusiasta. Está comprobado que la obra de Prinzhorn influyó en Salvador Dalí, Paul Klee, Max Ernst y Pablo Picasso; los surrealistas de París se referían a ella llamándola su "Biblia".
La suerte posterior de la colección constituye un reflejo de la cultura y de la incultura del siglo pasado. Antes de 1933 se multiplicaron las exposiciones. Pero a partir de entonces los nacional - socialistas utilizaron las obras con fines propagandísticos en "Arte degenerado", exposición itinerante que ya hemos mencionado. Tras la guerra, la colección cayó en el olvido y su delicado material pictórico permaneció abandonado. Solo en los años sesenta volvieron a hacerse algunas pequeñas exposiciones con los cuadros. A comienzos de los ochenta, Inge Jádi, de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Heidelberg, empezó a archivar con criterios científicos las obras. Su exhibición en Londres, Lisboa y Nueva York ha atraído a científicos de miles de visitantes. En el año 2001 se hizo por fin realidad la idea de wilmanns de dotar a la colección con una sede permanente en Heidelberg: el 13 de Septiembre de ese año se inauguró el Museo de la "Colección Prinzhorn".
Como emblema oficial de la Colección se eligió un cuadro, pintado en 1916 por Josef Foster (nacido en 1878, aunque se desconoce el año de la muerte), que vivió en el hospital psiquiátrico de Ratisbona. Muestra una frágil figura masculina que, suspendida en el aire mientras sujeta con las manos unos largos zancos con contrapesos en sus extremos, da la impresión de balancearse grácilmente sobre la tierra. El rostro del hombre está oculto por una bufanda o una tela, como si estuviera enmascarado o amordazado. En la esquina superior derecha Foster anotó lo siguiente: "Esto debe representar que, cuando uno no tiene ningún peso corporal con el que deba cargar, se puede ir entonces a gran velocidad por el aire".
El cuadro muestra también a un hombre que ha perdido su propio peso y el suelo firme bajo sus pies y tiene que proveerse de una gravedad artificial; un hombre al que la enfermedad le ha arrebatado su capacidad natural de comunicación y que busca, subido en unos zancos, sin contacto de ningún tipo con el suelo, su camino por el mundo. Y que, sin embargo, por un momento también es capaz de vibrar de alegría, pues, como Foster se encarga de recordarnos, este mismo hombre " puede ir entonces a gran velocidad por el aire".
El psiquiatra Ludwig Binswanger (1881-1966) describió este artificioso rasgo vital como amaneramiento o afectación. Citaba como ejemplo el sentir de uno de sus pacientes. " Estoy como si hubiera sido introducido en el mundo atado por un hilo y en cualquier momento pudiera ser tirado hacia arriba y arrancado fuera del mismo". Al esquizofrénico la fijación al suelo. Ha perdido el fundamento de su existencia y el contacto con los otros y no tiene más remedio que arreglárselas con una existencia postiza, artificiosa y peculiar.
Lógica horadada
Muchas obras de la Colección no carecen de racionalidad. Se evidencia, por ejemplo, en las pinturas de Josef Grebing (nació en 1879 y muerto posiblemente en 1940), poseedor de un saber enciclopédico. Su vida descarriló por la psicosis y se rompió finalmente en mil pedazos. Desesperado, el comerciante de Magdeburgo recogió los fragmentos restantes y los juntó, en la esperanza de que en las interminables listas, filas y calendarios que realizaba pudiera encerrarse el antiguo sentido perdido del mundo. Con ese objetivo, ordenó y sistematizó compulsivamente columnas de números y las embelleció artísticamente con símbolos y ornamentos. En estos sistemas, tablas y cálculos minuciosamente elaborados, se reconoce a menudo una lógica horadara, que opera, diríase, en paralelo a la normal; refleja aquélla a ésta como de su espejo se tratara, pero sin encontrarse nunca ambas. En la lógica agujereada se producen también fracturas; el orden conduce al absurdo. En una hoja, llena de números en miniatura, Grebing tiene que tachar una cifra y el pulcro orden queda de golpe aniquilado. Entre sus calendarios seculares, se encuentra uno al que Grebing llamó "El calendario del verdugo y del asesino ladrón", con el que posiblemente quiso mostrar que, tras la seguridad del orden, le acechaba la muerte.
Grebing nos pone la quiebra del mundo ante los ojos, nos muestra la fractura de la estructura mental que nos lleva a cometer fallos de escritura. Sus creaciones, "obras de arte surgidas del error", no fueron concebidas ni pensadas como tal, sino que las acabó realizando así, con esos errores, debido a la coacción que sobre él ejercía la amenaza externa de disolución y de muerte.
Como se manifiesta en estos ejemplos, la capacidad expresiva de los artistas en relación con ese impreciso impulso creador, es enorme. Los esquizofrénicos se encuentran anegados a menudo por imágenes interiores, exuberantes asociaciones e intensas impresiones externas. Nuestro lenguaje no encuentra, en la mayoría de las ocasiones expresiones adecuadas que permitan reflejarlas. En esta situación, la pintura abre a los enfermos un mundo ilimitado de posibilidades, donde poner orden y dar forma a sus opresivas e inefables experiencias.
Pintar o dibujar significa tener la capacidad de convertir un bosquejo interno en una realización visible. El enfermo puede configurar más fácilmente el espacio del cuadro de la amenazante realidad externa. Dado que el esquizofrénico está condenado a la pasividad frente a sus experiencias psicóticas, la actividad pictórica le proporciona una experiencia de cómo "actuar en correspondencia". Al bosquejo interno le sigue la acción y un resultado visible; ello le ayuda a arraigarse de nuevo en la realidad. Algunos artistas esquizofrénicos, así Adolf Wölfli, consiguieron incluso disolver sus alucinaciones mediante este proceder. Un buen ejemplo de su eficacia terapéutica lo
ofrece también Richard Lachman (nacido en 1928). Su cuadro The voices never stop lo pintó durante un episodio psicótico agudo.
La lucha contra las alucinaciones
Observando los cuadros podemos hacernos una idea aproximada de lo que uno debía de sentir al oír voces. El propio Lachman escribió más tarde a este respecto: "Durante el tiempo que pasé en el hospital oía voces que me decían lo que debía hacer. Cuando pinté este cuadro, estaba tan enfermo que no podía distinguir si existían realmente o tan sólo estaba en mi espíritu. Me sentía como expuesto a ataques de hombres y fuerzas que merodeaban a mi alrededor". Lachman cuenta también cómo, en el transcurso de su enfermedad, la pintura le posibilitó "comunicar algo a través del cuadro, en vez de permanecer aferrado como víctima en el centro de la enfermedad… en lugar de dirigir todos mis pensamientos hacia mi mismo, comencé a establecer relaciones con los otros".
El paciente puede sentirse así sujeto activo y determinado en un espacio protegido y simbólico. Por eso, la pintura le sirve de contrapunto o de espejo en el cual consigue, a pesar de su desfiguración, reconocerse a sí mismo y también su mundo propio. Y, por último y no por ello no menos importante, la pintura le permite expresar lo que tan sólo con mucha dificultad puede transmitirse con palabras. El cuadro se transforma, pues, en una invitación para que los otros se comuniquen con él. Pues el mundo preverbal de las imágenes, los colores y las formas es común a todos nosotros y no necesita de ninguna gramática refinada.
Tras los cambios radicales que el concepto de arte ha experimentado en el siglo veinte, podemos aceptar sin ningún esfuerzo la excentricidad de tales obras, sin observarlas – ni tampoco a los artistas que las realizaron – bajo el prisma de la enfermedad. En estas extrañas y caprichosas estructuras defensivas, plasmadas en forma de pinturas, contra la insoportable experiencia de la existencia psicótica asoma algo de la tragedia del hombre situado ante los abismos del alma. Por esta razón, los cuadros representan un puente hacia el mundo de los enfermos, aún cuando a veces nos lleve mucho tiempo reconocerlo y atravesarlo.

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